martes, 13 de diciembre de 2011

¿Y si Correa se sentará a trabajar con Nebot?

 20 DE DICIEMBRE DEL 2010 . VANGUARDIA  

Correa y Nebot son necesarios. Correa cubre el espacio desde la izquierda hasta el centro y Nebot desde la derecha hasta el mismo centro. El centro político es el sitio en donde una persona cívica, sentada en la silla giratoria de la sensatez, da sus vueltas y, sin marearse, trata de hacer el bien sin perseguir a nadie a su alrededor. Allí está Nebot, en el centro, contando con gran credibilidad en Guayaquil.
Por su lado, Correa trata de estar y está en todas partes, logrando que en forma permanente más de la mitad de los ecuatorianos creamos en sus buenas intenciones por encima de su dudosa madurez o en la futura conveniencia de todo lo que hoy hace o deshace. En el Ecuador nadie cree que Nebot es loco o mentiroso; sólo saben que es un muy buen alcalde y que ya no busca la Presidencia. En Guayaquil, muchos creen que Correa es negativo, pues su naturaleza lo evidencia.
Cuando no es él quien pone la primera piedra o dice la última palabra o la delincuencia nacional lo supera, se siente obligado a repetir que Nebot y el socialcristianismo son lo mismo, cuando en los hechos, la ingenua intemperancia de Febres Cordero más la metástasis moral de su entorno, llevaron poco a poco a Nebot a preferir proseguir en solitario su camino antes que hacerlo mal acompañado. Todo esto más allá que al pie de las urnas la mayoría coincidió en votar por ambos para Presidente y Alcalde.
Penosamente, las poderosas ganas que tiene Correa de que Guayaquil lo reconozca como su hijo predilecto, o como nuestro padre putativo, y que aquí le vaya tan bien como le va en los sitios donde promete o entrega lo que nosotros ya tenemos gracias a 18 años de buena gestión municipal, lo han llevado a atacar a Nebot en forma ridícula y obsesiva. Nebot, desde la gobernación hasta ahora, ha servido a Guayaquil el mismo número de años que Correa ha vivido donde los belgas, gringos y quiteños, donde se fue para no regresar.
Correa es necesario para el Ecuador porque rechaza a los que manejaron a los presidentes como cosa propia. Si Correa-presidente sobrevive será porque el pueblo quiere que se quede, y porque los extremistas de izquierda y de derecha, y los poderes fácticos civiles o militares, no pueden contra su decisión de cumplir con su deber; todo esto sin importar mucho cuánto gasta ni en cuánto nos endeuda mientras el petróleo aguante.
Si Correa sobrevive, quizá fortalecerá nuestra peculiar democracia, por encima del servilismo de todos sus coidearios, y de su personal actitud antidemocrática y semi salvaje respecto de los medios privados de comunicación, y por encima de su natural inclinación a amalgamar lo verdadero con lo falso, en beneficio de su inocultable ego. Para la salud futura del Ecuador, Rafael Correa es un laxante político de marca; no es un genérico cualquiera.
Nebot es necesario y los 3 millones que vivimos en el gran Guayaquil no queremos que ninguno de los monaguillos de Correa lo reemplace, para luego tener que despedirlo (a), hasta media calle, desde el mismo balcón municipal en que Elsa lanzaba regalos y Febres Cordero gritó sus carajos anti ahuevantes. Nebot es necesario porque comprende bien que Guayaquil es el crisol de las necesidades locales, regionales y nacionales; y que sus electores exigimos que nos sirva y lo apoyamos mientras nos cumple. Nebot es necesario porque sabe manejar bien las rentas propias y las que recibe del Estado, evitando al gobierno la carga de convertirse en padrino de una gestión municipal mediocre como la quiteña. Y es necesario porque en el trópico el pulso y la presión requieren experiencia más que academia.
Esto es lo que Correa no entiende. Reciclando dóciles ministros, enternecido con la delincuencia hija de la miseria y del narcotráfico; feliz como niño con juguete nuevo al, dizque, fregar a los pelucones de Samborondón con la vecindad de la Policía Judicial, alejándola de vastos sectores populares, cargará sobre sí con más problemas.
Al presidente Correa más cómodo le resulta abrazar al colombiano Santos, el que nos bombardeó, que trabajar con Nebot.

Cuando los pueblos requieren imaginación

6 DE DICIEMBRE DEL 2010 . VANGUARDIA  

“El primer cambio importante en la historia de la humanidad fue el nacimiento del cristianismo; el segundo cambio fue la revolución francesa; el tercer cambio es la llegada de la hora de los pueblos, y es la hora de los pueblos, la que todos estamos viviendo", nos dijo José María Velasco Ibarra en la plaza San Francisco de Guayaquil a las decenas de miles que concurrimos a escuchar al profeta de la política ecuatoriana. Poco después llegó al poder por quinta y última vez, ejerciendo la Presidencia al principio como presidente y luego como dictador, hasta que la codicia por el control del petróleo hizo que nuestros militares abortaran el proceso electoral, impidiendo el triunfo de su adversario, al que el viejo Velasco bautizó como el matón colosal: don Assad Bucaram.
Hoy, la profunda mala hora por la que pasa el accionar de los católicos, afecta al dividido cristianismo.
La libertad, igualdad y fraternidad de los revolucionarios franceses ya no está representada por la limpia imagen de Marianne, pues la reemplaza la inquieta Carla Bruni. Bien podría entenderse que en el siglo XXI la hora de los pueblos consiste en dar la espalda en las urnas electorales a los candidatos históricos del poder religioso y político. Particularmente en nuestro occidente, las multitudes retiraron la confianza a los que aspiraban a seguirlas gobernando, inspirados en las reglas del pasado, y prefieren elegir a personas como Barak Obama, un negro que hoy no lo entienden ni los negros ni los blancos, o a Dilma Rouseff, la fuerte exguerrillera carioca inspirada en Lula que afirma que entre ella y el Banco Central del Brasil van a eliminar la pobreza. La realidad política y electoral de Uruguay, Paraguay y Argentina va en la misma línea. La conducta popular del chileno Piñera y los abrazos del colombiano Santos con el comandante Chávez, demuestran que hoy nadie quiere aparecer como derechista, pues todos ponen distancia con las instancias religiosas, y decirse socialista es sinónimo de academia y modernidad.
En nuestro Ecuador la hora de los pueblos es la hora de la Pachamama. Gobernar a la manera de la Pachamama puede ser difícil o fácil. En realidad, no hay que imitar a la Pachamama, simplemente hay que inventarla. Ahora bien, para inventarla bien inventada hay que tener mucha imaginación, algo que le sobra a nuestro Presidente, por lo cual para él lo más fácil es conducirnos por el laberinto de la democracia ecuatoriana, ruta en que a ratos tenemos un Presidente que no respeta al poder legislativo, y a ratos tenemos un dictador que sí lo respeta, cosa fácil de hacer si a los legisladores no les importa el cómo se los trate desde Carondelet, siempre y cuando no haya muerte cruzada, ni se les cruce nadie en el triste papel que la Revolución Ciudadana les ha asignado, el de aprobar todos los proyectos de leyes que les sean enviados por el compañero presidente.
Parte de la responsabilidad de presidir el Ecuador en la hora de los pueblos, es mantener una sólida relación con el Fiscal General, con el Consejo de la Judicatura y con la Corte Nacional de Justicia, por lo que la imaginación presidencial tendrá que llenarse de malicia, para que allí sean colocados tres compatriotas que respondan directamente al Presidente, y no se crean autónomos, como el vicecanciller Kintto Lucas, que se tomó la libertad de creerse canciller y presidente, y se dejó llevar por su corazoncito marxista, olvidando que en los regímenes de la hora de los ueblos la ideología es siempre una creación del único que interpreta el sentir popular: el Presidente. Y si éste no quiere pelearse con los gringos o con los colombianos, no habrá pelea posible.
En la hora de los pueblos hay que convencer a los ecuatorianos de que no leamos la prensa. Para esto el Presidente repite todo el tiempo que la prensa es corrupta. También el Presidente tiene que sacar manteca en el dial de la televisión, para intercalar los canales públicos. En la hora de los pueblos, el Presidente tiene que sudar para que no lo bajen de la maroma, como le pasaba a José María Velasco Ibarra.

Alguien se animó a perder el miedo a Correa

 22 DE NOVIEMBRE DEL 2010 . VANGUARDIA

Cuando la atípica relación entre Carlos Vera y Ecuavisa terminó  en mutuo abandono, por desacuerdos respecto del intemperante presidente Correa —cuya sensualidad política sedujo a ambos desde la campaña electoral— sucedió lo siguiente: Ecuavisa siguió en el cerro y Carlos se quedó en media calle. Luego de, con o sin razón, tomar esta precipitada o violenta decisión, terminó su carrera de estrella del periodismo político apantallado, pues por miedo a las consecuencias de la segura combustión entre él y Correa, en ningún canal le dieron espacio para hacer más de lo mismo.
Carlos Vera digirió esta triste realidad escribiendo un libro necio e infidente, que al menos le sirvió de catarsis para evacuar el pasado y resolver qué hacer por el Ecuador casi en la mitad de su camino a los sesenta, época en que se comienza a errar con menos frecuencia. Allí es cuando Carlos decide seguir siendo el mismo de siempre, pero reinventado como activista político.
A diferencia del presidente Rafael Correa, cuyo justificado miedo lo hace caminar siempre rodeado de fuerza pública —de la que es patrono y rehén desde el 30 de septiembre, en que venciendo el miedo él mismo se autosecuestró y se autoliberó en un río de sangre—, Carlos Vera quedó, y sigue, indefenso en la media calle, pero abrazado del asta de la bandera de la revocatoria del mandato presidencial.
¿Cómo cerrarán el 2010 este par de contrincantes? Rafael Correa lo cerrará con saldo a favor, pues la dolarización, el precio del petróleo, el chulco chino, el gasto fiscal, los subsidios a pobres y ricos, y el servilismo de propios y extraños, le permitirán decir a los ecuatorianos que gracias a su genial manejo del gobierno terminamos el año de la mejor manera posible.
Sabemos que el próximo año será peor que el que termina, pero estarán vigentes las leyes en trámite, y los organismos de control, la Fiscalía y el Poder Judicial estarán en línea con la Presidencia profundizando el proceso de convertirnos en una sociedad castrada de iniciativas en lo privado y, en lo público, condenada a continuar el sueño correísta de que el Estado es el artífice del desarrollo nacional, hasta el 2013 o hasta el 2017, o quién sabe hasta cuándo más.
A lo anterior hay que agregar que el enfrentamiento del presidente Rafael Correa con sus antiguos aliados de las izquierdas, la infección en el mundo de la fuerza pública militar y policial, el torcido forcejeo que gusta alimentar con la prensa nacional, y su omnipresencia en la vida de todos los ecuatorianos, agravarán su estado de intolerancia para con propios y extraños, como sucede a todos los protagonistas de realities o telerealidades, como es el caso del Primer Mandatario. Rafael Correa, entonces, no cambiará.
El miedo a lo desconocido le impide cambiar su abusiva conducta, y lo bloquea a aceptar que cuando finalmente pierda el poder, todos los insultados, perseguidos y humillados perderán el miedo, y lo perseguirán cada uno a su manera desde su individual trinchera.
Carlos Vera cerrará el año con algunos cientos de miles de firmas a favor de la revocatoria del mandato presidencial. Su principal obstáculo será la falta de medios económicos para esta gigante tarea y, sobre todo, el miedo de muchos a poner en blanco y negro su nombre, firma y número de cédula, pues la represalia gubernamental se vendrá encima de su gremio, empresa o grupo social al cual pertenezcan. El miedo es contagioso y, en esta sociedad sin principios sólidos, basta con que se corra la voz de que habrá represalias contra las personas y contra los medios que permitan a Carlos Vera ejercer su derecho constitucional, para que le cierren las puertas y la gente se le haga la loca, como ahora le sucede a la valiente Martha Roldós.
Gane o pierda, Carlos Vera tiene el mérito de haber vencido al miedo que a mucha gente importante le produce la revolución ciudadana de Rafael Correa. Aunque parece que no ha vencido un miedo mayor: el de provocar a Correa y terminar en prisión, como el pobre coronel, doctor y director del hospital de la Policía.

Un golpe de Estado no puede darse sin Estado

25 DE OCTUBRE DEL 2010. VANGUARDIA

¿Hubo aquí un golpe de Estado o vivimos en un Estado muy golpeado?  Para poder afirmar que el pasado 30 de septiembre se tramó e intentó dar un golpe de Estado contra el gobierno del presidente Rafael Correa, es necesario dejar a un lado la petulancia gubernamental de que nuestro Estado, el Ecuador, es definido como lo son Brasil, México, Estados Unidos, Chile o Colombia; países donde los órganos del poder público tienen una clara identidad y personalidad superiores, y están más allá de la inteligencia o no de sus mandatarios y de su orientación ideológica.
En el Ecuador, el poder judicial se halla en el peor momento de su historia. El peor momento es cuando hay jueces que son ignorantes, corruptos y serviles. Todo al mismo tiempo. A lo largo de los últimos treinta años los ecuatorianos hemos vivido y visto que los jueces fueron usados para castigar a aquellos inocentes que se negaron a someterse y ponerse a las órdenes del extinto cartel del Cortijo.
También hemos visto que el poder judicial ha sido incapaz de terminar los juicios iniciados en contra de poderosos de las finanzas, de la política o de la droga, por lo cual estar enjuiciado viene a ser una especie de garantía de impunidad, pues como el sospechoso tiene la seguridad de que el juicio nunca terminará, el resultado es que nadie podrá iniciar otro juicio contra esa persona por igual motivo.
En el Ecuador de hoy nos encontramos a la espera de que comience el procedimiento para designar al nuevo poder judicial que reemplazará a los actuales jueces. Han transcurrido dos años, en vano, desde que los ecuatorianos decidimos que los futuros jueces serán el producto de un proceso en el cual triunfarán los mejores, los más calificados.
En el Ecuador, el poder legislativo se encuentra en el peor momento de su historia. El peor momento es cuando todo el cuerpo encargado de legislar y fiscalizar es incapaz de hacerlo en alguna dirección, quedando los asambleístas neutralizados por su mediocridad y sometidos a la iniciativa del poder ejecutivo, el cual impone su voluntad sobre la de sus propios coidearios, y sobre una oposición que al final del día no está a la altura de las circunstancias.
El propio Presidente de la República se ha encargado de decir públicamente que los legisladores no entienden el texto de los proyectos de ley que él les envía para que en forma urgente los estudien, analicen y aprueben o nieguen.
Nuestro poder legislativo no será reemplazado hasta el año 2013. O antes si por voluntad presidencial los ecuatorianos somos llamados a las urnas para resolver el destino de los actuales legisladores y del propio Presidente. Este procedimiento que aterra tanto a los legisladores como a nuestro valiente Presidente se llama “muerte cruzada”. Hay que ser bien ingenuo para creer que en el Ecuador habrá elecciones anticipadas por voluntad presidencial.
En el Ecuador, el poder ejecutivo se encuentra en el peor momento de sus primeros cuatro años, pues pudiendo incorporarnos a la ruta del progreso y del desarrollo, nuestro Presidente sigue boxeando contra su propia sombra. Si el Presidente fuese ignorante, corrupto o ambas cosas, no habría frustración. Lamentablemente, el Presidente ha empleado sus ejecutorias en convertirse en el principio y el fin de un grupo llamado Alianza País, con el único objeto de someter al tradicional poder político, económico y periodístico de la República, sin entender que un presidente logra su mayor fuerza cuando día a día fortalece a las instituciones nacionales.
Si Correa cree que hoy el poder legislativo y judicial, y la fuerza pública que comprende a militares y policías, se encuentran en un proceso de institucionalización, habrá que someterlo al análisis del detector de mentiras o a una evaluación siquiátrica.
Aquí no hubo un golpe de Estado. Lo que hay es un Estado muy golpeado, pues dada su personalidad, el presidente Rafael Correa no progresa ni tampoco nos deja hacerlo.

El 30-S la revolución ciudadana llegó a su fin

11 DE OCTUBRE DEL 2010 . VANGUARDIA

Ecuatorianas y ecuatorianos —vocativo bisexual, regla pacha-mámica—: nos encontramos en un callejón sin salida o cul-de-sac. Todos los presidentes elegidos por votación popular, limpia o fraudulenta como la de Jamil Mahuad, terminaron por sus errores en una alcantarilla constitucional. León Febres Cordero en Taura con una pistola en la cabeza. Abdalá Bucaram huyendo a los casinos panameños. Mahuad dentro de una ambulancia disfrazado de enfermo. Lucio Gutiérrez encaramado en un helicóptero y huyendo por el taxi way del aeropuerto de Quito. Hace pocos días Rafael Correa se salvó de que se bajen el helicóptero en que pretendió treparse al vuelo, luego de que tuvo el estúpido impulso de meterse, hecho el machito, al cuartel policial para sacarles en cara todo lo que él ha hecho —con nuestra plata— por esta rama de la fuerza pública.
Juan Pablo Bolaños, el estudiante de Alianza País que fue asesinado en la confrontación que comenzó con la estúpida provocación presidencial, y los miembros de la fuerza pública que murieron en la noche, tampoco pudieron sobrevivir al callejón sin salida en que hoy estamos todos los que ya tenemos claro que la revolución ciudadana ha abortado, pues lo que nos fue presentado como la prometedora gestación de una época de cambio o de un cambio de época, no ha sido otra cosa que un embarazo extraconstitucional en que murió el inocente bebé, pero día a día crece la placenta o incertidumbre, la misma que durará los meses o años que faltan para que Rafael Correa —sea por la muerte cruzada, sea porque se le cruzó la muerte política o porque perdió en la muerte súbita a la cual nos ha llevado la audacia de un hombre cuya inteligencia emocional no se lleva bien con su autoalabada inteligencia académica— deje el poder.
Correa quizá podrá desenmascarar a los francotiradores y demostrar que algunos eran infiltrados y/o criminales; pero lo que muchos tenemos claro es que fue él quien comenzó la bronca al meterse en un cuartel a desafiar a centenares de elementos entrenados para reprimir a todos los que no se portan bien en público. Tan mal se condujo el Presidente llamado a dar el buen ejemplo, que enardeció a sus subordinados.
Hoy, Rafael Correa tiene su propio cul-de-sac. Al igual que el que tuvieron sus antecesores Febres Cordero, Abdalá, Mahuad y Lucio, a los que tanto desprecia. Allá él, allá ellos y allá todos los sordomudos por conveniencia de Alianza País que, llegado el momento, negarán a su jefe y huirán por las alcantarillas de esta falsa democracia que vivimos. Pero ¿y nosotros? ¿Qué pasará con las y los ecuatorianos que ahora tenemos claro que los próximos tres o siete años serán peores que los cuatro ya pasados, que nos han enseñado que mucho más importante que tener un presidente derechista o izquierdista, teorético o pragmático, pelucón o socialista con corbatas de seda marca 'mátenme si quieren', es algún día tener un presidente capaz de imponerse por su peso específico, y no basado en el miedo, en el mismo miedo que ilegalmente paralizó a los informativos hasta las 8 de la noche, o en el abuso permanente de las atribuciones presidenciales, que lo llevan a violentar la Constitución y las leyes para hundirnos, junto con él, en esta mala práctica de las facultades implícitas y de los derechos potenciales, a los cuales un presidente puede acudir en forma excepcional, mas no a cada rato, peor para aprobar leyes a su gusto, o para desprestigiar y asustar a quien le da la regalada gana.
El pasado jueves 30 de septiembre se reeditó la balacera entre policías y militares del 28 de mayo de 1944, a la cual su beneficiario, Velasco Ibarra, bautizó como 'la gloriosa'. Gracias a Rafael Correa hemos retrocedido 64 años.
Decía Charles de Gaulle que en política lo único decisorio son las circunstancias, sean naturales o inducidas. Estemos atentos y veremos cuáles serán las circunstancias que viviremos. Pues en lo que respecta al presidente Correa, ya sabemos que en lo emocional él padece una incontinencia que lo lleva a crear circunstancias dañinas o inútiles para él y para todos.

Sólo crece el número de desempleados en el país

27 DE SEPTIEMBRE DEL 2010 . VANGUARDIA  

El año 2005 nació Vanguardia. El año 2005 nació la candidatura presidencial de Rafael Correa. Durante los cinco años que han transcurrido hasta hoy, en que usted tiene la editorial número 259 en sus manos, en Ecuador se han producido muchos hechos y pocos cambios.
Mucho ruido, pocas nueces.
La revista de los cambios fue el título del primer editorial de Vanguardia escrito por nuestro socio y director editorial José Hernández. Allí se lee: “Nada, en apariencia, favorece en este momento la publicación de una revista semanal. Hay inestabilidad política, incertidumbre económica, bloqueo institucional… Hay desencanto… Hay amplias franjas de ciudadanos hastiados de diagnósticos, ineficiencia y aventuras políticas… Vanguardia será la revista de los cambios… Auspiciaremos procesos más democráticos y más incluyentes… No evitaremos la polémica inteligente y respetuosa, y en ese campo provocaremos debates… Seremos la revista de la modernización democrática que incluye lo social y cultural… Ecuador es entonces nuestro proyecto… El bien común es un valor que defenderá esta revista que pondrá distancia con los grupos de poder, partidos políticos y otros intereses particulares, confesionales o gremiales… Queremos ser resuelta y activamente contemporáneos… Buscaremos reconciliar el periodismo, extraviado en los discursos, con las historias que propone.
Iremos tras los protagonistas que señalan caminos. Porque Ecuador es nuestro proyecto, nos proponemos construirlo con ustedes”.
Al mismo tiempo que Vanguardia comenzaba a gatear, un grupo dirigido por Alberto Acosta y Gustavo Larrea lanzó a Rafael Correa como candidato de Alianza País. El grupo ya no existe, pero el candidato se quedó con Alianza País; y como abanderado de la constitución de Montecristi se quedará como Presidente todo el tiempo que pueda.
Al principio del 2006 Vanguardia pronosticó que Rafael Correa ganaría. Aunque él no era favorito en las encuestas, percibimos que era un comunicador político moderno, muy diferente a sus aburridos competidores. Allí el candidato de Alianza País compitió con la agonizante clase política, y le fue fácil explicar al país lo mismo que Vanguardia dijo en su primer editorial respecto de la inestabilidad política, incertidumbre económica y bloqueo institucional.
Penosamente todo cambió, pero nada mejoró. La estabilidad política que hoy tenemos consiste en que la gran presencia numérica del correísmo en el poder legislativo se presta para que las leyes enviadas por el Presidente entren en vigencia tal como él las quiere, pues todos los cambios que se hacen en la Asamblea Nacional son vetados, devueltos y, en pocos días, entran en vigencia por una forma de prostitución legislativa llamada el Ministerio de la Ley.
La incertidumbre económica que Correa prometió eliminar, causada según él por la colusión del neoliberalismo con la nefasta dolarización, se ha convertido en la certidumbre de que la inversión privada nacional o extranjera es mirada con desprecio por el gobierno nacional, incapaz de lograr nuestro crecimiento y desarrollo económico, pues lo único que crece en el Ecuador es el número de desempleados y de beneficiarios del bono de la pobreza.
El bloqueo institucional es evidente. Los poderes legislativo y judicial están en su peor momento, mientras el poder ejecutivo acumula leyes que permiten al Presidente tener la primera y la última palabra en todos los temas nacionales; al mismo tiempo que, abusando de los medios públicos, pretende que los medios privados sean fundaciones de beneficencia. Mientras tanto, corren los días para que por el famoso Ministerio de la Ley entre en vigencia el futuro Código de Planificación y Finanzas Públicas, especie de camisa de fuerza legal a favor del presupuesto fiscal que recibirá dólares y cuando no los tenga, los entregará convertidos en bonos del mismo Estado. Han pasado cinco años y el presidente Correa es un hombre muy solitario, pues ahora sólo confía en él mismo.

El 2017 volveremos a un país que no se desarrolló

13 DE SEPTIEMBRE DEL 2010 . VANGUARDIA

¿Qué papelón el de los integrantes de la comitiva empresarial que viajó al Japón y a la Corea neoliberal, asardinados dentro de un avión del cual no los dejaron bajar a estirarse y tomar aire con olor a gasolina de aviación, en lugar del aroma del sobrevisitado baño del avión? ¿Qué imaginará nuestro creativo Presidente durante las interminables horas de vuelo que lo llevan a sitios donde firma montones de convenios, para regresar sin nada real ni concreto para el progreso del Ecuador? Volar incómodos en un avión lechero que caletea de país en país, acompañando a un Presidente con quien existe una mutua desconfianza, es el precio del amor por interés que mezcló en el mismo fuselaje a decenas de hombres en busca de negocios y/o lobbistas, con las mejores voces del itinerante y guitarrero coro presidencial, que incansable canta las mismas canciones que ayer y hoy sirven para matar el tiempo, evitando el riesgo de hablar más o menos de la cuenta con el jefe de la revolución ciudadana, o con un pedazo del gabinete ministerial que lo acolita.
Ya no es necesario que el presidente Correa se encuentre físicamente en el Ecuador. El proceso legislativo de implementación de todas las leyes previstas en la Constitución siglo XXI y en el plan de gobierno funciona mejor si el Presidente se encuentra de viaje, pues en su condición de recién ido o de recién llegado, lo único que hace es rechazar lo aprobado por sus coidearios y por los asambleístas que se prestan para aprobar una ley, a sabiendas de que será vetada y devuelta con un texto distinto, para que, de esta manera, la ley, que Correa quiere, entre en vigencia gracias a un nuevo misterio llamado el ministerio de la ley.
Cuando, aunque estúpida, una ley es de su agrado, como la flamante ley de fomento a la lotería pueblerina, el Presidente no la veta, más bien la aprueba; aunque su vigencia va atada a una incierta y futura regionalización nacional que regiría allá por el 2017, cuando Rafael Correa cumpla su décimo año como Presidente de un país en que nos habremos olvidado que todos tenemos el derecho a protestar y a hacernos respetar, pues estaremos acostumbrados a que vivir en la democracia de la Revolución Ciudadana, es ir de pasajero en el avión del tour de Alianza País, sonriendo a la azafata fea y al sobrecargo de aspecto raro, encargados de hacernos sentir y saber que allá abajo, en la tierra, quedó una prensa mentirosa y corrupta que, coludida con el oligopolio financiero y empresarial, nos explotó y engañó durante siglos. Y que mientras viajamos hacia el fabuloso mundo del Sumak Kawsay debemos seguir las instrucciones del capitán Rafael Correa, el visionario que nos llevará hacia un nuevo Ecuador.
En ese nuevo Ecuador la educación pública ya no estará en el campo de la caótica autonomía, tal como la entienden los trasnochados comunistas, sino en la universidad del profesor Estado, en que el rector sin título es el Presidente de la República. En ese nuevo Ecuador la educación privada y la prensa privada serán materia de regulaciones castigadoras y tratadas por el Estado como franquiciantes honoríficos del servicio público de educar e informar, pues estas empresas privadas no deben obtener ganancias.
Seguramente el fideicomiso propietario de los canales incautados hará saber a los interesados en comprarlos que podrán informar, pero sin obtener utilidades, para no violar un mandamiento del Sumak Kawsay.
Ese nuevo Ecuador será deudor de los veinte mil millones con que el gobierno del capitán Correa tiene previsto endeudarnos con la China, más los doce mil millones que es el precio base de la Refinería del Pacífico, que procesará el crudo del Yasuní-ITT una vez que el año 2011 termine la farsa de pedir limosna al primer mundo a cambio de dizque no explotar el petróleo que la Pachamama nos regaló, para invertirlos en el progreso del Ecuador, y no para comprar un nuevo y más grandote avión presidencial.
Cuando el año 2017 el capitán Correa aterrice, los pasajeros recién caeremos en cuenta de que volvimos a un país que no se desarrolló.