martes, 13 de diciembre de 2011

El 2017 volveremos a un país que no se desarrolló

13 DE SEPTIEMBRE DEL 2010 . VANGUARDIA

¿Qué papelón el de los integrantes de la comitiva empresarial que viajó al Japón y a la Corea neoliberal, asardinados dentro de un avión del cual no los dejaron bajar a estirarse y tomar aire con olor a gasolina de aviación, en lugar del aroma del sobrevisitado baño del avión? ¿Qué imaginará nuestro creativo Presidente durante las interminables horas de vuelo que lo llevan a sitios donde firma montones de convenios, para regresar sin nada real ni concreto para el progreso del Ecuador? Volar incómodos en un avión lechero que caletea de país en país, acompañando a un Presidente con quien existe una mutua desconfianza, es el precio del amor por interés que mezcló en el mismo fuselaje a decenas de hombres en busca de negocios y/o lobbistas, con las mejores voces del itinerante y guitarrero coro presidencial, que incansable canta las mismas canciones que ayer y hoy sirven para matar el tiempo, evitando el riesgo de hablar más o menos de la cuenta con el jefe de la revolución ciudadana, o con un pedazo del gabinete ministerial que lo acolita.
Ya no es necesario que el presidente Correa se encuentre físicamente en el Ecuador. El proceso legislativo de implementación de todas las leyes previstas en la Constitución siglo XXI y en el plan de gobierno funciona mejor si el Presidente se encuentra de viaje, pues en su condición de recién ido o de recién llegado, lo único que hace es rechazar lo aprobado por sus coidearios y por los asambleístas que se prestan para aprobar una ley, a sabiendas de que será vetada y devuelta con un texto distinto, para que, de esta manera, la ley, que Correa quiere, entre en vigencia gracias a un nuevo misterio llamado el ministerio de la ley.
Cuando, aunque estúpida, una ley es de su agrado, como la flamante ley de fomento a la lotería pueblerina, el Presidente no la veta, más bien la aprueba; aunque su vigencia va atada a una incierta y futura regionalización nacional que regiría allá por el 2017, cuando Rafael Correa cumpla su décimo año como Presidente de un país en que nos habremos olvidado que todos tenemos el derecho a protestar y a hacernos respetar, pues estaremos acostumbrados a que vivir en la democracia de la Revolución Ciudadana, es ir de pasajero en el avión del tour de Alianza País, sonriendo a la azafata fea y al sobrecargo de aspecto raro, encargados de hacernos sentir y saber que allá abajo, en la tierra, quedó una prensa mentirosa y corrupta que, coludida con el oligopolio financiero y empresarial, nos explotó y engañó durante siglos. Y que mientras viajamos hacia el fabuloso mundo del Sumak Kawsay debemos seguir las instrucciones del capitán Rafael Correa, el visionario que nos llevará hacia un nuevo Ecuador.
En ese nuevo Ecuador la educación pública ya no estará en el campo de la caótica autonomía, tal como la entienden los trasnochados comunistas, sino en la universidad del profesor Estado, en que el rector sin título es el Presidente de la República. En ese nuevo Ecuador la educación privada y la prensa privada serán materia de regulaciones castigadoras y tratadas por el Estado como franquiciantes honoríficos del servicio público de educar e informar, pues estas empresas privadas no deben obtener ganancias.
Seguramente el fideicomiso propietario de los canales incautados hará saber a los interesados en comprarlos que podrán informar, pero sin obtener utilidades, para no violar un mandamiento del Sumak Kawsay.
Ese nuevo Ecuador será deudor de los veinte mil millones con que el gobierno del capitán Correa tiene previsto endeudarnos con la China, más los doce mil millones que es el precio base de la Refinería del Pacífico, que procesará el crudo del Yasuní-ITT una vez que el año 2011 termine la farsa de pedir limosna al primer mundo a cambio de dizque no explotar el petróleo que la Pachamama nos regaló, para invertirlos en el progreso del Ecuador, y no para comprar un nuevo y más grandote avión presidencial.
Cuando el año 2017 el capitán Correa aterrice, los pasajeros recién caeremos en cuenta de que volvimos a un país que no se desarrolló.

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