martes, 13 de diciembre de 2011

El 30-S la revolución ciudadana llegó a su fin

11 DE OCTUBRE DEL 2010 . VANGUARDIA

Ecuatorianas y ecuatorianos —vocativo bisexual, regla pacha-mámica—: nos encontramos en un callejón sin salida o cul-de-sac. Todos los presidentes elegidos por votación popular, limpia o fraudulenta como la de Jamil Mahuad, terminaron por sus errores en una alcantarilla constitucional. León Febres Cordero en Taura con una pistola en la cabeza. Abdalá Bucaram huyendo a los casinos panameños. Mahuad dentro de una ambulancia disfrazado de enfermo. Lucio Gutiérrez encaramado en un helicóptero y huyendo por el taxi way del aeropuerto de Quito. Hace pocos días Rafael Correa se salvó de que se bajen el helicóptero en que pretendió treparse al vuelo, luego de que tuvo el estúpido impulso de meterse, hecho el machito, al cuartel policial para sacarles en cara todo lo que él ha hecho —con nuestra plata— por esta rama de la fuerza pública.
Juan Pablo Bolaños, el estudiante de Alianza País que fue asesinado en la confrontación que comenzó con la estúpida provocación presidencial, y los miembros de la fuerza pública que murieron en la noche, tampoco pudieron sobrevivir al callejón sin salida en que hoy estamos todos los que ya tenemos claro que la revolución ciudadana ha abortado, pues lo que nos fue presentado como la prometedora gestación de una época de cambio o de un cambio de época, no ha sido otra cosa que un embarazo extraconstitucional en que murió el inocente bebé, pero día a día crece la placenta o incertidumbre, la misma que durará los meses o años que faltan para que Rafael Correa —sea por la muerte cruzada, sea porque se le cruzó la muerte política o porque perdió en la muerte súbita a la cual nos ha llevado la audacia de un hombre cuya inteligencia emocional no se lleva bien con su autoalabada inteligencia académica— deje el poder.
Correa quizá podrá desenmascarar a los francotiradores y demostrar que algunos eran infiltrados y/o criminales; pero lo que muchos tenemos claro es que fue él quien comenzó la bronca al meterse en un cuartel a desafiar a centenares de elementos entrenados para reprimir a todos los que no se portan bien en público. Tan mal se condujo el Presidente llamado a dar el buen ejemplo, que enardeció a sus subordinados.
Hoy, Rafael Correa tiene su propio cul-de-sac. Al igual que el que tuvieron sus antecesores Febres Cordero, Abdalá, Mahuad y Lucio, a los que tanto desprecia. Allá él, allá ellos y allá todos los sordomudos por conveniencia de Alianza País que, llegado el momento, negarán a su jefe y huirán por las alcantarillas de esta falsa democracia que vivimos. Pero ¿y nosotros? ¿Qué pasará con las y los ecuatorianos que ahora tenemos claro que los próximos tres o siete años serán peores que los cuatro ya pasados, que nos han enseñado que mucho más importante que tener un presidente derechista o izquierdista, teorético o pragmático, pelucón o socialista con corbatas de seda marca 'mátenme si quieren', es algún día tener un presidente capaz de imponerse por su peso específico, y no basado en el miedo, en el mismo miedo que ilegalmente paralizó a los informativos hasta las 8 de la noche, o en el abuso permanente de las atribuciones presidenciales, que lo llevan a violentar la Constitución y las leyes para hundirnos, junto con él, en esta mala práctica de las facultades implícitas y de los derechos potenciales, a los cuales un presidente puede acudir en forma excepcional, mas no a cada rato, peor para aprobar leyes a su gusto, o para desprestigiar y asustar a quien le da la regalada gana.
El pasado jueves 30 de septiembre se reeditó la balacera entre policías y militares del 28 de mayo de 1944, a la cual su beneficiario, Velasco Ibarra, bautizó como 'la gloriosa'. Gracias a Rafael Correa hemos retrocedido 64 años.
Decía Charles de Gaulle que en política lo único decisorio son las circunstancias, sean naturales o inducidas. Estemos atentos y veremos cuáles serán las circunstancias que viviremos. Pues en lo que respecta al presidente Correa, ya sabemos que en lo emocional él padece una incontinencia que lo lleva a crear circunstancias dañinas o inútiles para él y para todos.

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