miércoles, 7 de diciembre de 2011

El dólar, el indio y el mono: los problemas de Correa

22 DE MARZO DEL 2010 . VANGUARDIA

El cambio prometido por la partidocracia nunca llegó. Multimillonarias sumas se invirtieron en enlatar y vender los siguientes lemas: La fuerza del cambio, pan techo y empleo, ahora le toca al pueblo, el hombre que trabaja, el loco que ama, Jamil es el camino. Todos se fundieron en el triste gobierno de Gutiérrez; verdadera fanesca compuesta por el aporte de varios granos —de los otros, de los que crían pus—, dando como resultado la coexistencia y el cumplimiento de las consignas provenientes desde El Cortijo y Panamá, comunicadas a Lucio por bacalaos de la peor calaña: los emisarios de los enemigos Febres Cordero y Abdalá.
Dicen las fuentes que muchas veces los bacalaos se tomaron el nombre de sus líderes, obteniendo de Lucio —vía Gilmar— contratos y prebendas nunca reportados a sus respectivos capos.
La decepción nacional fue aprovechada por los fundadores de Alianza País y especialmente por su abanderado Correa. Todos los que desde sus modestos empleos de consultores, profesores, asesores o analistas, vieron pasar a lo largo de décadas a los exclusivos y excluyentes gobiernos de la partidocracia, percibieron que por fin les llegó su hora de encaramarse al poder. Les llegó la hora del desquite y de la revancha contra los culpables de nuestro subdesarrollo, para lo cual era necesario el nuevo marco constitucional aprobado en Montecristi, y que hoy les permite estructurar un nuevo Estado a cuyos puestos directivos no podrán acceder los manipuladores del pasado. Es la hora de los desconocidos.
Tras las frases Revolución Ciudadana y La Patria ya es de Todos, se implementa la construcción de una democracia igual de injusta que la desaparecida democracia que vivió sometida a la dictadura de los partidos. En esta nueva democracia los gobiernos —en nombre del Estado— a través de nueves leyes tendrán el poder de castigar a los medios de comunicación que les sean adversos; la liquidez de la banca pública y privada dependerá totalmente de la voluntad del Ejecutivo; los municipios serán súbditos del presidente de turno; la empresa privada bailará la música del Gobierno; se institucionalizará la dependencia actual de los organismos de control y las Fuerzas Armadas deberán hacerse cargo de empresas estatales y de prestar sus instalaciones militares para sesiones del Comité Central de Alianza País, como acaba de suceder en Salinas. Dos viejos desprestigiados, comunismo y capitalismo, son reemplazados por el controlismo estatal.
Hay tres capítulos que el proyecto estatista todavía no tiene bajo su control. Estos son: la dolarización, los indígenas y Guayaquil.
La dolarización de Mahuad, hoy ratificada por su detractor Correa, no fue un éxito del uno, no es un acierto del otro ni nos sacará del tercer mundo en que nos hundimos día a día. La dolarización fue y es el reconocimiento de nuestra incapacidad para producir, ahorrar, y progresar con moneda propia. Es la camisa de fuerza que se impone al gobernante inepto y al sector privado amigo de exportar dólares, y que hoy nuestro pródigo presidente Correa viste adornada con bordados multicolores, y no se la quitará mientras le proporcione la comodidad que él necesita para posicionarse popularmente basado en subsidios y derroche. Muerto el dólar, ya te veremos.
El mundo indígena es mucho más coherente que Correa. Lo único que hacen los indígenas es usar el irresponsable texto constitucional de Montecristi que les permitirá fundar dentro del Ecuador a la República de la Pachamama. Correa no tiene el poder para cambiar la Constitución ni los militares le van a dar bala a los indios. ¡Tanto que los aduló y ahora no le hacen caso! Guayaquil es la tercera parte del país. Es evidente que somos una comunidad con la que Correa no sabe qué hacer. Quizá por esta razón hace casi 20 años que no vive aquí. Algún día Rafael Correa nos dirá el porqué se hizo enemigo de Jaime Nebot, luego de fotografiarse junto a él para fines electorales.
El dólar, el indio y el mono, son los problemas pendientes; pues los miembros de País son incondicionales.

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