martes, 13 de diciembre de 2011

Un golpe de Estado no puede darse sin Estado

25 DE OCTUBRE DEL 2010. VANGUARDIA

¿Hubo aquí un golpe de Estado o vivimos en un Estado muy golpeado?  Para poder afirmar que el pasado 30 de septiembre se tramó e intentó dar un golpe de Estado contra el gobierno del presidente Rafael Correa, es necesario dejar a un lado la petulancia gubernamental de que nuestro Estado, el Ecuador, es definido como lo son Brasil, México, Estados Unidos, Chile o Colombia; países donde los órganos del poder público tienen una clara identidad y personalidad superiores, y están más allá de la inteligencia o no de sus mandatarios y de su orientación ideológica.
En el Ecuador, el poder judicial se halla en el peor momento de su historia. El peor momento es cuando hay jueces que son ignorantes, corruptos y serviles. Todo al mismo tiempo. A lo largo de los últimos treinta años los ecuatorianos hemos vivido y visto que los jueces fueron usados para castigar a aquellos inocentes que se negaron a someterse y ponerse a las órdenes del extinto cartel del Cortijo.
También hemos visto que el poder judicial ha sido incapaz de terminar los juicios iniciados en contra de poderosos de las finanzas, de la política o de la droga, por lo cual estar enjuiciado viene a ser una especie de garantía de impunidad, pues como el sospechoso tiene la seguridad de que el juicio nunca terminará, el resultado es que nadie podrá iniciar otro juicio contra esa persona por igual motivo.
En el Ecuador de hoy nos encontramos a la espera de que comience el procedimiento para designar al nuevo poder judicial que reemplazará a los actuales jueces. Han transcurrido dos años, en vano, desde que los ecuatorianos decidimos que los futuros jueces serán el producto de un proceso en el cual triunfarán los mejores, los más calificados.
En el Ecuador, el poder legislativo se encuentra en el peor momento de su historia. El peor momento es cuando todo el cuerpo encargado de legislar y fiscalizar es incapaz de hacerlo en alguna dirección, quedando los asambleístas neutralizados por su mediocridad y sometidos a la iniciativa del poder ejecutivo, el cual impone su voluntad sobre la de sus propios coidearios, y sobre una oposición que al final del día no está a la altura de las circunstancias.
El propio Presidente de la República se ha encargado de decir públicamente que los legisladores no entienden el texto de los proyectos de ley que él les envía para que en forma urgente los estudien, analicen y aprueben o nieguen.
Nuestro poder legislativo no será reemplazado hasta el año 2013. O antes si por voluntad presidencial los ecuatorianos somos llamados a las urnas para resolver el destino de los actuales legisladores y del propio Presidente. Este procedimiento que aterra tanto a los legisladores como a nuestro valiente Presidente se llama “muerte cruzada”. Hay que ser bien ingenuo para creer que en el Ecuador habrá elecciones anticipadas por voluntad presidencial.
En el Ecuador, el poder ejecutivo se encuentra en el peor momento de sus primeros cuatro años, pues pudiendo incorporarnos a la ruta del progreso y del desarrollo, nuestro Presidente sigue boxeando contra su propia sombra. Si el Presidente fuese ignorante, corrupto o ambas cosas, no habría frustración. Lamentablemente, el Presidente ha empleado sus ejecutorias en convertirse en el principio y el fin de un grupo llamado Alianza País, con el único objeto de someter al tradicional poder político, económico y periodístico de la República, sin entender que un presidente logra su mayor fuerza cuando día a día fortalece a las instituciones nacionales.
Si Correa cree que hoy el poder legislativo y judicial, y la fuerza pública que comprende a militares y policías, se encuentran en un proceso de institucionalización, habrá que someterlo al análisis del detector de mentiras o a una evaluación siquiátrica.
Aquí no hubo un golpe de Estado. Lo que hay es un Estado muy golpeado, pues dada su personalidad, el presidente Rafael Correa no progresa ni tampoco nos deja hacerlo.

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