miércoles, 23 de noviembre de 2011

Ahora quien tiene que cambiar es Guayaquil

4 de diciembre del 2007VANGUARDIA


Frente al Futuro se llamó el foro que el difunto César Durán Ballén organizó en la década de los 70. Mientras tanto su hermano Sixto era ratificado como alcalde por la dictadura militar logrando que una parte de los ingresos petroleros sirviera para modernizar a Quito. A Guayaquil no nos llegó ni una gota. Guayaquil era un desastre. Luego de peleársela en las calles velasquistas y cefepistas, Assad Bucaram logró organizarla un poco; después, sus sobrinos Elsa y Abdalá se encargaron de llevarla a terapia intensiva. A dos presidentes serranos, Hurtado y Borja, les tocó sufrir las más ineptas y corruptas administraciones municipales guayaquileñas de la historia.

Por fin elegimos a León Febres Cordero como alcalde. Ocho años después volvimos a acertar al elegir a Jaime Nebot. Llevamos 15 años con una óptima administración. Al mismo tiempo que la eficiencia municipal de Febres Cordero y de Nebot mantuvo su ritmo, el PSC se convirtió en un exclusivo club de monos sabidos dirigido con mano de hierro desde las caballerizas de Febres Cordero. Es así como Borja fue el último presidente autónomo, pues desde 1992 hasta la irrupción de Rafael Correa, todos los inquilinos de Carondelet fueron sometidos o expulsados del palacete por decisión socialcristiana con la sonsa complicidad de la ID y/o UDC.

Al mismo tiempo, LFC y la clase dirigente guayaquileña por acción u omisión otorgaron poder irrevocable para que el combo de El Cortijo se apoderara de los sumisos organismos de control y del departamento de compras y contratos de las telefónicas, eléctricas, aduanas, petroecuadores y etcéteras. Mientras crecía esta lujuria, Nebot puso distancia hasta quedarse en su peculiar situación actual: la de mejor bien solo, que mal acompañado. La auto jubilación de LFC lo dejó encargado de inyectar formol al cadáver del PSC y como tutor mayor de un Guayaquil deprimido en lo económico y en lo espiritual.

Ya no se aplica más la famosa frase carlojuliana “ser guayaquileño es una actitud ante la vida y una resolución ante la muerte”. Murieron por gula la Previsora, Filanbanco y Progreso. El del Pacífico ya es de todos. Barcelona y Emelec nos dan pena. Perdimos la península de Santa Elena y quizá por un milagro no perderemos a Milagro y sus piñas. Mientras tanto, y siempre sonreídos, Correa y Acosta acosan a la Junta Cívica y a la centenaria y eficiente Junta de Beneficencia.

Ellos coinciden en que los próximos alcaldes de Guayaquil y Quito reporten a Alianza PAIS, y coinciden también en que la engreída Guayaquil tiene que dejar de comportarse como la eterna debutante que todos miran y nadie toca. Ellos creen que es hora de reemplazar a Moncayo y a la ID para salvar a Quito de la orfandad política y del caos urbano y aéreo. Pero sobre todo coinciden en acosar a Nebot y así tenerlo ocupado y en desgaste mientras que el tiempo les dirá la mejor forma de neutralizarlo y reemplazarlo.
Que una gran manifestación incendie el ampuloso Ministerio del Litoral en la avenida Fco.de Orellana. Que un paro empresarial guayaco aterre al gobierno. Que esto o aquello sirva para llevar al gobierno a una transacción con Guayaquil es lo que se escucha. Son palabras producto de la angustia de quienes se nutren del recuerdo de glorias pasadas. Nada de esto servirá a Guayaquil.

¡Quien tiene que cambiar es Guayaquil! Tenemos una ciudad en marcha de la cual debemos preocuparnos todos. Los hijos de la clase dirigente deben romper sus burbujas y mezclarse con la realidad, pues no tendrán la oportunidad que tuvieron sus padres de que otros hagan política mientras ellos fungían de millonarios o aspiraban a serlo. Preocuparse de Guayaquil incluye al Ecuador pues es absurdo decir con orgullo que Guayaquil contiene gente de todas partes, pero que todas esas partes no nos importan. LFC es un recuerdo y Nebot también lo será. Un recuerdo es una presencia virtual, una remembranza constante de un pasado que ya jamás volverá, del que de sus errores y aciertos debemos aprender.

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