jueves, 24 de noviembre de 2011

Correa adecúa el Estado a su visión de Robin Hood

6 de mayo del 2008 . VANGUARDIA  

Un pensador extranjero de la orilla derecha, al reflexionar sobre la realidad ecuatoriana, profetiza que el presidente Correa será, a fines de año, autoheredero del Poder Ejecutivo, porque con su convincente verbo logra vender y mantener vigente la percepción de que, conjuntamente, la partidocracia en colusión con los empresarios pelucones manipularon la democracia y, de esta manera, tejieron la red necesaria para que los ricos obtengan el dinero que pertenecía a los pobres. Siguiendo la ruta de este criterio, su consecuencia o efecto en la conciencia del electorado, especialmente en la mayoritaria juventud, es producir la esperanza de que nuestro moderno Robin Hood, sin violencia ni comunismo y, por medio de la misma democracia, logrará que el bienestar de unos pocos sea redireccionado hacia los pobres.
La reflexión anterior genera algunos comentarios vinculados al destino presidencial del comunicador político Rafael Correa. El primero es que la misma democracia de la que se sirvieron los malos para perjudicar a las grandes mayorías, ahora le sirve a los buenos de Acuerdo País para producir los recursos que deberán ser de todos.
Fue dentro de esta complaciente democracia que pudo desmantelarse el infectado Congreso Nacional y reemplazarlo por la Asamblea de Ciudad Alfaro, cuyas leyes llamadas mandatos, conformarán el nuevo orden legal dentro de la futura Constitución. Esta misma democracia es la que permite la amorosa relación existente entre el presidente Correa y las cortes de justicia, los organismos de control electoral, bancario, societario, penal, económico y legal.
La semana pasada Vanguardia nos informó que, en el 2007, un 65% de encuestados dijo aceptar un gobierno antidemocrático, pero siempre y cuando resuelva sus problemas económicos. Es así como en el Ecuador la democracia nunca es un problema para los malos ni para los buenos.
Bucaram, Mahuad y Lucio no se cayeron por antidemocráticos, sino por ineptos.
El segundo punto es que, según Acuerdo País, nadie del oprobioso pasado neoliberal debe estar cerca del poder. Este es el primer gobierno verdaderamente cerrado de los últimos 30 años.
Correa mantiene siempre en luz roja a la prensa nacional, alimentando ataques y críticas que confunden, atemorizan o neutralizan a muchos de sus actores. Los lobistas del pasado andan por Miami o por El Cortijo y parece que, si siguen calladitos, el Presidente de la República no los recordará. A la única a la cual poco a poco se le permite roer ciertos sueldos fiscales es a la liviana Izquierda Democrática.
En tercer lugar, el Gobierno mantendrá el discurso de que la inversión estatal generará el trabajo y el bienestar que la empresa privada neoliberal le negó al pueblo. Diariamente el Presidente y los ministros citan las cifras gigantes que el Gobierno entrega aquí y allá. La inflación y el desempleo —que crecen día a día— son aceptados con resignación por los ecuatorianos. La campaña de que la empresa privada es ineficiente, tercerizadora explotadora y evasora de impuestos sigue en marcha y los capitanes gremiales de la industria, comercio, agricultura y banca se encuentran en sus cuarteles de invierno. Los empresarios gobiernistas viven —como los amantes— en la clandestinidad.
Mientras, la derecha ecuatoriana reza el rosario de que no invierte porque no hay seguridad jurídica y viceversa. Esperando el milagro de que Rafael Correa se caiga gracias a los posibles grandes errores que cometiere por su severa intolerancia, en colusión con una futura protesta popular que los subsidios no podrán apagar.
Si las prácticas populistas y poco democráticas del socialismo del siglo XXI no importan a los ecuatorianos que premiaron a Correa con 80 asambleístas y si el ciclista no se infarta en su incesante pedaleo de voceador en vivo, con reparto de los preciosos dólares del petróleo,sin duda se cumplirá la reelección profetizada. Y quizá hasta encontremos gusto en vivir sin pan, techo y empleo; pero siempre y cuando la derecha siga acosada y cada primera piedra colocada.

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