22 de enero del 2008 . VANGUARDIA
Juan María Alzina de Aguilar, gentil Embajador de España en Ecuador, debió sentirse ofendido por el verbo y mímica xenófobos del presidente Correa al injustamente descalificar al binomio español Herrero-González, banqueros que antes de regresar a Madrid entregarán 60 millones de utilidades al Banco Central más 12 millones por el 15% a los empleados del Banco del Pacífico que hasta fin de mes administrarán. El puntapié en la cara de una ecuatoriana dado por un sucio fumón madrileño es exactamente lo mismo que la descortesía de nuestro académico Presidente, que por ratos le da la nota de ser bacán y actuar como los que paraban en el guayaco Parque de la Madre cuando Rafael Correa era boy scout.
Al fín el gobierno se quitó la máscara, el Banco del Pacífico ya es de todos por intermedio del Directorio títere del Banco Central. Vamos a ver si la señora SuperBancos y los 1 500 empleados privados del Banco del Pacífico lo blindan de los planes que redacta el pariente presidencial Pedro Delgado Campaña, de triste recordación como inventor de los CDR que quebraron a la CFN, y actual eminencia gris de la Junta Bancaria y del Banco Central.
Otra nota del Presidente fue el convertirse en envidioso crítico del buen balance del Perú.
En fina respuesta Alan García nos deseó a los ecuatorianos un magnífico año económico 2008.
Todo esto y muchísimo más que proviene de la irritada garganta presidencial, pertenece al mundo las formas y buenos modales.
En lo de fondo, el presidente Correa desde su sincera óptica busca el progreso del Ecuador, pero desde un Estado dirigido por él. Para lograrlo necesita rematar a la sucia clase política, y que una Asamblea expida leyes y redacte una Constitución que una vez aprobada por el pueblo permitirá que el mismo Rafael Correa sea reelecto y gobierne del 2009 al 2015. En total 8 años.
Seguir diciendo que en el Ecuador vivimos bajo una dictadura es no saber qué mismo es una dictadura, y olvidar que Carlos Julio Arosemena nos enseñó que en el Ecuador poco a poco se prostituyó el poder público y se degeneraron las instituciones republicanas. El hecho de que, en flagrante contradicción con el estatuto electoral, en Montecristi se expidan mandatos y leyes con vigencia inmediata es la lógica consecuencia del acertado diagnóstico CarlosJuliano; y esto es muy comprensible, pues si los ecuatorianos nunca hemos hecho nada democrático, no es posible pasar sin forceps del pecado a la santidad ni del caos a la cordura.
El moralista Correa debe sentirse incómodo al convivir con nuestro alitósico poder judicial, y es claro que las casposas cabezas de los organismos de control son ajenas a la naturaleza presidencial.
Es pura demagogia cuando el Ministro Fiscal se niega a reconocer la evidente prescripción del juicio al banquero Ortega, y peor aún cuando demanda extradiciones que EE.UU. jamás concederá pues no existen sentencias ejecutoriadas. En los EE.UU. la ley es la ley; en el Ecuador la ley y la democracia no son más que puntos de referencia.
La prensa nada obtendrá con timoratos manifiestos de primera página, ya que la dignidad se defiende con entereza ante las formas vulgares, pues en el fondo, el derecho a publicar se mantiene intacto día a día. Aquí no hay dictadura, y como no la hay, tampoco hay censura.
Luego de un año de críticas a la banca, el propio Presidente ha entendido que el costo del dinero bajará poco a poco en la medida que él mismo no ahuyente los depósitos ni produzca una nueva corrida bancaria; así como la banca empieza a entender lo saludable que es la autocrítica contra las malas prácticas bancarias. Nebot tiene claro que lo que busca Correa al atacarlo es impedir su necesaria reelección como Alcalde.
Los que creemos que Correa está equivocado y que desde el Estado central planificador no nacerá el progreso del Ecuador, no debemos perder el tiempo preocupados por los ataques presidenciales. Hay que preocuparse de lo de fondo: ¿qué hacer si Correa pierde de verdad el control y/o el referéndum?
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