jueves, 24 de noviembre de 2011

Ecuador siglo XXI: filme penosamente repetido

20 de mayo del 2008 . VANGUARDIA  

Los efectos especiales, visuales o de sonido, que vemos en el cine son la mezcla de varias técnicas empleadas antes o durante la filmación, y surgieron con el propósito de fabricar sueños fílmicos que hacen desaparecer la frontera entre realidad y fantasía.
En el caso de la película Titanic, James Cameron —guionista, productor y director— construyó gigantes maquetas del barco para hacer efectos especiales en cuya filmación casi ahogó a los actores.
Hoy la moda es que los actores también sean directores. Y acá en Choliwood, Rafael Correa es director y actor del filme Ecuador sigloXXI, cuyo guión revela semana a semana. Ecuador siglo XXI trata sobre un pueblo bueno cuyos dirigentes fueron capaces de explotarlo e incapaces de educarlo. Resultó que muchos valientes huyeron del país y desde el exilio remesan parte de su sudor convertido en dinero. Aquí Correa, un actor desconocido, gritó: luz, cámara, acción.
Nueve millones de ecuatorianos aprobaremos o no un texto llamado Constitución, poco a poco consensuado entre Rafael Correa y decenas de extras que él necesita para su filme, al cual ellos usan para salir del anonimato y reemplazar con la joven máscara de Acuerdo PAIS, a los viejos políticos del viejo país. Si los votantes aprueban la Constitución tejida en Montecristi, el guión de Ecuador siglo XXI irá por el camino de la reelección y los extras de Montecristi se sacarán los ojos para hacer campaña como limpios, lúcidos y ardientes candidatos del presidente a reelegir.
Si los votantes no aprueban la Constitución, el pueblo habrá dado una lección a Rafael Correa, y allí mismo el guionista y actor debiera renunciar a la Presidencia; pues si el año pasado juró que renunciaría si perdía la consulta que originó su patética Asamblea, con mayor razón deberá hacerlo si el pueblo rechaza su Constitución. Así renunció el gran francés Charles De Gaulle, cuyo actual sucesor, Sarkozy, es de tira cómica.
Derrotada la Constitución de Montecristi, el Tribunal Supremo Electoral —obsecuente y seguro servidor que hasta ahora ha cumplido su contrato— será acosado por los mercenarios que los 57 diputados destituidos enviarán al día siguiente de terminado el escrutinio. Entonces vendrá la desobediencia a los discutibles mandatos de la Asamblea, sin importar lo que ella dispondrá en algún mandato tipo vacuna, pues la insultada prensa nacional se encargará de dar tinta, audio y pantalla a todos los forajidos que clamarán venganza. La gravedad de la violencia callejera quizá recordará a los hoy cabizbajos militares que la actual Constitución reza que ellos son garantes de la democracia.
La clase dirigente ecuatoriana no estuvo preparada para el rodaje de Ecuador siglo XXI. Al galope y desde atrás, como en los mejores westerns, Rafael Correa se trepó al Pichincha venciendo a los empachados caballos de El Cortijo, y dejó en total depresión a los empresarios del alto Quito reunidos en el Club La Unión. Buen actor, Correa derrotó a pésimos candidatos.
Penosamente ya instalado en la Presidencia, Rafael Correa se ha dedicado sólo a los efectos especiales. No es capaz de hacer una obra seria sobre el cambio necesario en el siglo XXI, y nos entrega semanalmente improvisados cortometrajes, repetidos, predecibles y grotescos, en los cuales el actor Correa monologa mutando a belicoso y peligroso efecto especial.
Algunos extras serios de Montecristi tratan de poner distancia, otros hacen tontos efectos especiales con el escudo, el himno y el placer sexual, y las figuretes Rosanna Queirolo y Diana Acosta ensayan para damitas del Opus Dei.
La repetición es igual en todos los platós de filmación.
Hoy, la sobreactuación y la intolerancia del presidente Rafael Correa mantiene tapada la olla de presión de la realidad ecuatoriana, donde hierven intocadas las taras y los vicios del subdesarrollo.
Pero, poco a poco decepcionada y callada, la gente sale del cine.
El Estado es el nuevo rico que financia Ecuador sigloXXI del presidente Correa, y éste se niega, o no sabe, a cambiar el guión. ¿Descartamos un trágico efecto especial, volará la tapa de la olla?    

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