17 de junio del 2008 . VANGUARDIA
Cantinflas, en Su excelencia, al turista preguntón pícaramente respondió: “pues verá mister, Maximiliano y Carlota vivieron en México desde que llegaron hasta que se fueron”. El público del teatro Olmedo celebró la graciosa respuesta, ignorando que el emperador Maximiliano fue fusilado en Querétaro, y su esposa Carlota regresó a su patria, Bélgica.
De las encuestas nos queda claro que aquí nadie quiere que nuestro Jalisco criollo muera contra el paredón y mucho menos que su linda familia regrese a la lluviosa Bruselas.
Correa y PAIS cocinan en Montecristi dos trampas: adelantar la elección presidencial del 2010 y exonerar al Presidente de pedir licencia para ser candidato. ¡Y por qué no, si así es en los EE.UU.!, es la respuesta que dan nuestros listos nuevos socialistas. Los ecuatorianos no tenemos nada de lo bueno ni de lo malo de los gringos, salvo que para salir de la insolvencia tomamos en comodato su dólar, ahora achicado mes a mes en nuestros bolsillos.
No lo sé. Es lo que un independiente puede responder si un encuestador le preguntase: ¿votará sí o no en el referendo del domingo 12 de octubre? Nadie debe ser cómplice ni encubridor del prematuro y ciego sí que promueve Correa. Ni votar un prejuiciado no contra un proyecto de Constitución cuyo texto ignoramos.
Hoy estamos en la obligación moral de analizar la opción del voto nulo o blanco, por convenir a la higiene pública, y como una forma de consignar el rechazo a la manipulación presidencial de un proceso que los ciudadanos aceptamos por el bien de la patria, pero nunca dimos al presidente Correa ni a sus asambleístas el encargo de malversar nuestro inocente mandato con tinterilladas como las trampas citadas. Correa fue elegido presidente por 4 años, y primero debe cumplir estos 4 años. No elegimos un taller de corte y confección, sino una Asamblea. Así como nadie eligió a Correa para cometer el derroche de comprarse un avión de 30 millones de dólares, así lo haya soñado de niño, y olvidado incluirlo en su plan de gobierno en el 2006.
Si el presidente Correa cree que lo elegimos para actuar como dueño del saber, profesor de ética, y pitcher de adjetivos contra propios y extraños, deberemos ubicarlo en su lugar.
Su rutina de seguir las normas de Dietrich, oráculo y gruppenführer del socialismoXXI, atacando sin cesar a los etiquetados como pilares del poder de la oligarquía, no cambiará en nada la época.
Tan fuerte es su obstinación de cargarse contra todo y todos, encadenándonos a él en radio y Tv, que la audiencia, antes cautiva, ahora se divide entre sus muchos partidarios, los decepcionados y los que lo detestan. ¿Quién habría imaginado que la sumisa Mónica Chuji, de colorida vocera mutó a autónoma perspicaz? Un raro consuelo es que Alberto Acosta, al ver para lo que han quedado los fundadores del Club de Tobi que llevó a Correa a la presidencia, comienza a diferenciarse del actual coro de Carondelet. Parece entender el sano mensaje del “por qué no te callas” del borbón Juan Carlos.
Al mirarse en el espejo, debería ver al tío José María Velasco Ibarra, recordándole que su deber es con la patria. Digan lo que digan en Carondelet o en Ciudad Alfaro.
Correa, por goloso, no debe desperdiciar su última oportunidad para que Ecuador progrese.
Gastar dólares petroleros; regalar a ricos y pobres la droga del subsidio; alquilar como campañistas del sí a los alcaldes; encargar a nuestro neoconverso Ministro de Defensa el rearmarnos para nada; o hacer estampas quiteñas, con Zurita o Marún actuando como Sarzosa, es inventar el derecho al solitario placer de marchar en el propio terreno, mientras Colombia y Perú nos dejan atrás, en el mundo real, el del bienestar.
Que la Asamblea no ampute, por pedido de Correa, la mitad del mandado presidencial que ganó en las urnas, pues los plenos poderes no son para ponernos a jugar a electores de quien ya elegimos en el 2011, y que consideraríamos reelegirlo si aprobamos la Constitución siglo XXI, y si Correa lo merece. Mas no por una trampa.
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