25 de agosto del 2009 . VANGUARDIA
Poco a poco, lejos de la fiesta armada entre los bolivarianos entarimados el pasado 10 de Agosto y la esperanzada masa correísta, y más bien arrinconados —hasta ahora en un temeroso pero elocuente silencio cómplice— muchas ecuatorianas y ecuatorianos se miran a los ojos, preguntándose: ¿cuándo fundirá Rafael Correa sus maltratadas cuerdas vocales?, ¿será posible que este hombre pare de sufrir por todos los errores que cometemos nosotros, sus mediocres compatriotas?, ¿qué raro placer es este semanal perorateo de autocomplacerse en público, repitiéndonos que él todo lo sabe, percibe, interpreta, intuye, tamiza, califica, ubica y sentencia? Qué cómodo pareció estar Correa en medio de extraños a quienes llama amigos: el padre Lugo, el coronel Hugo, Raúl y Evo. Qué pena le dio que Daniel —el travieso de Nicaragua— no pudiese acompañarlo a guitarrear. Al leer el papelito de Fidel, vía Raúl, decidió volver a Cuba, para reintentar verlo. Y qué incómodo le habría resultado invitar a Alberto Acosta, decano del club de ideólogos, hoy subordinados a la esquizofrenia política que ellos mismos crearon. Tampoco invitó a valiosos ecuatorianos independientes. Más bien aprovechó de esa autotrasmisión y del nocturno auditorio popular, para hablar mal ante sus nuevos amigos, de aquellos compatriotas a quienes simplemente detesta porque no los controla.
Qué ocurrencia el criticar el uso del traje sastre, cuando atrás de él las viajadas cincuentonas Bachelet y la morocha Kirchner posaban enfundadas en modelos hechos a la medida.
Qué complacido se lo ve luego de imitar a Jaime Nebot o a José Hernández. Quizá el inmediato y obligado aplauso de los aborregados allí presentes lo hace sentir que ambos dejaron de ser exitosos en la alcaldía y en el periodismo, y que él,líder popular y trovador de la protesta, tambien imita mejor que el famoso dominicano Julio Sabala.
Qué gran capacidad de no darse por aludido cuando le sale un grosero respondón, como el desprestigiado argentino Menem, cuya asesoría quizá sirva a los periodistas vejados cada semana, huérfanos de mejores consejeros.
Pues bien, esto es lo que tenemos. Correa y Alianza País —incluyendo todos sus inteligentes asesores extranjeros— se tomaron 30 meses para renovar el marco constitucional anterior, con el objeto de restaurar al Ecuador. Hoy se aprestan a hacerlo contando con los votos necesarios —propios y comprados— para implantar el óvulo fecundado de su revolución ciudadana en el vientre de la patria altiva y soberana. En estos embarazos políticos asistidos, nadie sabe cuántos ni en qué estado nacerán los niños: hay tantos padres que en el vientre social de la patria se gestan engendros que requerirán forceps.
¿En que terminará el proceso de acosar a la banca privada, logrando que sus presupuestos anuales tengan que ser calibrados y afinados buscando que terminen de apéndices de la politizada banca pública, cuyo gerente de crédito es la Senplades y el IESS su mecenas y esbirro? ¿En que terminará la creación de los Comités de Defensa de la Revolución, tan necesarios en la dictadura cubana ávida de delatores, pero tan ajenos a nuestra idiosincrasia? Recordemos que no hubo ni un soplón que contase al ingenuo Rafael las andanzas del invencible Fabricio.
¿En qué terminará la pieza teatral con Colombia? Los ecuatorianos ya concedimos el público perdón solicitado por Uribe. El lloriqueo del Presidente con las guitarras del Canciller y el Vicepresidente, pidiendo que nos entreguen hasta los canzoncillos de Reyes, debería terminar en Bariloche, pues Angostura no fue lo mismo que Hitler entrando a Polonia 70 años atrás, ni Bush, Blair y Aznar invadiendo Iraq.
¿Qué leyes, organismos de control, poder judicial, déficit fiscal, monedas, desempleo, seguridad jurídica, delincuencia y corte constitucional nos esperan? ¿Qué Ecuador tendremos en un año? Quizá Rafael Correa y los ecuatorianos tendremos lo que nos merecemos por nuestro 50 por ciento de crónico infantilismo, tanto en Carondelet como en las urnas.
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