16 de junio del 2009 . VANGUARDIA
Rafael Correa para sentirse realizado nos habla de corrido tres horas todos los sábados auxiliado por un apuntador visual mucho más eficiente que el apuntador auditivo que llevó a su ex padrino Carlos Vera a abandonar Ecuavisa para ahora andar como manaba errante, sin pantalla para lucir su espectacular estilo periodístico ni tomar una bandera ciudadana para empezar como político a recorrer la patria para decirnos que él quiere gobernarnos y hacernos recuperar el tiempo que los ecuatorianos hemos empleado en 7 domingos electoreros que vienen desde la primera vuelta presidencial del 2006 hasta las sonsas elecciones de ayer para diputados andinos y juntas parroquiales, en que los candidatos figurones para lo uno también sirven para lo otro y viceversa.
No hay en todo el Ecuador ni un solo político con acceso —por el miedo a ser acorralados como Teleamazonas— a la prensa, televisión y radios privadas, que tenga la entereza de enfrentar al gobierno y combatirlo en forma altiva desde cualquier esquina del mismo pueblo donde cada sábado Rafael Correa monologa ante un auditorio de sumisos ministros y gente popular, a la cual por primera vez un Presidente se toma el trabajo de hacerlos sentir que son personas dignas de escuchar al antes desconocido profesor y hoy omnisapiente Presidente que reclama una exagerada indemnización de 5 millones provenientes de la chequera de Fidel Egas, quien —si hay quién se lo compre— está legalmente obligado a vender su canal Teleamazonas, para seguir recibiendo magníficas utilidades bancarias, quizá algo reducidas, dado que el presidente Correa hizo bien al rebajar las altas tasas producto del lobbismo o lobo feroz que ronda por Carondelet, enviado por los comerciantes y/o banqueros vinculados al negocio de vender las distintas electrodoras contra las que Carlos Vallejo dictó una inejecutable sentencia de muerte, ignorando que la Costa no es Riobamba y que por acá hasta los huevos se pudren por el calor y que todos queremos un televisor aunque sea en blanco y negro como Vallejo.
Aquel valiente que en calles y plazas con claridad y coraje se enfrente a Correa, seguramente se irá una o varias veces a la cárcel, pero desde allí se convertirá en su legítimo y único contradictor, superando a los que la permanente presencia política del campañista Correa ha castrado, o a los que como Alberto Acosta han quedado para repetir los viejos mandamientos del socialismo.
Todo esto mientras Gustavo Larrea espera que se cumpla su déjenme volver, para desde el gobierno trabajar en el control de todo y de todos, y diseñar la futura manera de controlar Guayaquil, sometiendo al guerrero Nebot, cuya madera resistió al incendio de la partidocracia, y que tiene el deber de organizarnos, para que Larrea no nos penetre como si fuésemos Angostura.
El Presidente moralista almuerza con un poder judicial ilegítimo, con jueces capaces de llamar a juicio a los pésimos ex banqueros Isaías por un peculado bancario inexistente en la ley de entonces, que motivaría una cómoda sentencia de borra y va de nuevo; mientras tanto, su primo Pedro Delgado negocia un inédito acuerdo secreto. Paradójicamente, Correa protesta porque a su enredado ex Ministro de Deportes lo meten preso, pero calla cuando al ex ministro Jorge Gallardo la Fiscalía con una mano lo trae al país, pero con la otra le impide el regreso violando su derecho a la defensa. Al mismo tiempo avanza la aventura con la morosa Pdvsa para la quimérica refinería errante de Manabí, mientras unos sabidos argentinos se enquistaron en el cuestionado proyecto Coca Codo Sinclair. Se compra una deuda calificada como inmoral; hay demandas por miles de millones en arbitrajes ante un Ciadi que Correa ataca; ni los mismos marinos saben qué pasa en Petroecuador; volvemos a los fondos reservados y entramos al cuarto oscuro de el Alba.Todo esto requiere una severa investigación periodística.
A la cabeza de Carlos Vera, Correa necesita sumar las de Jorge Ortiz y Carlos Jijón. El cierre del canal es un amago, un cuco.
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