1 de enero del 2008 . VANGUARDIA
Cuando por decisión popular, en enero del 2009, Rafael Correa y Jaime Nebot, por segunda y tercera vez, sigan en sus actuales cargos, en Guayaquil habremos cumplido un año de vivir el forcejeo que arrancó en forma oficial en Manta y Montecristi, el jueves pasado. El estrés dejará la encalvecida testa presidencial lista para pegarle un peluquín y nuestro Alcalde lucirá como un chino con cara de turco sesentón. Rafael Correa comenzará a gobernar por seis años con una Constitución hecha a su medida y Nebot tendrá cuatro años más para culminar la obra de su vida.
Ese mismo día, en Ciudad Alfaro cerrará sus puertas la Asamblea que presidió Alberto Acosta, condenado al papel del preso y vengador Edmond Dantés, conde de Montecristo. Los más atacados durante todo el 2008 serán los pelucones.
Hay que coincidir con el presidente Correa, si es que él entiende por pelucón al guayaco inculto que con pujos de notable se mueve entre las élites y que, en su momento, fue cómplice o encubridor de cualquier traficación socialcristiana.
Cabe agregar que el auténtico pelucón se encuentra quebrado y vive en Samborondón, entreverado entre unos pocos ricos y muchos chiros que aspiran a serlo. También hay pelucones en Quito, estos se entreveran con los ricos en la plaza de toros cada diciembre y, por una semana, se creen españoles.
Nebot se encuentra preparado para liderar la marcha que llenará la avenida de las Américas, desde el aeropuerto José Joaquín de Olmedo hasta la Terminal Terrestre, con el objeto de demostrar al Presidente que una cosa son sus éxitos electorales, pero otra muy distinta es que los guayaquileños permitamos a Correa hacernos nuevamente lo que nos hizo al bendecir, a sabiendas, el nacimiento de la provincia de Santa Elena.
No se puede permitir que la colusión Gobierno- Asamblea perjudique a las rentas municipales nacionales, con la falacia de que todos recibirán lo mismo que antes, pero por distinta tubería.
Quizá no habrá necesidad de hacer la gran marcha porque sus propios encuestadores harán entender al presidente Correa que Guayaquil quiere un presidente que lidere los vitales cambios estructurales para que el Estado ecuatoriano deje de ser un grandulón improductivo, parásito del petróleo y de las remesas del exilio, y convierta a la nación en una sociedad en la cual crezcan la economía, la educación, el empleo y la vida real de todos y no la de unos pocos.
Guayaquil no debe permitir que se desmantelen 15 años de trabajo ni el boicoteo estatal a lo mucho que falta por hacer. Quizá no habrá necesidad en enero del 2008 y en los meses siguientes de que Guayaquil marche en protestas públicas, porque el presidente Correa comprenderá que el eliminar las distintas fundaciones municipales no traerá la desaparición física del aeropuerto J.J. de Olmedo, del Malecón 2000, de la Terminal Terrestre Jaime Roldós; ni la eliminación de la Metrovía ni de los distintos proyectos municipales en marcha. También entenderá el presidente Correa que lo único que logrará eliminando las fundaciones es complicarle la vida al alcalde Nebot, el cual tendría que legalmente adscribir estos eficientes miembros al actual cuerpo municipal y seguir trabajando mejor que antes.
Dicen que el Presidente ataca a Nebot porque esto le produce votos en el resto del Ecuador; otros dicen que lo ataca para crearle, por legítima defensa, la necesidad de ser candidato presidencial, con la inmodesta seguridad de ganarle.
Dentro de sus muchos defectos, que Correa se encarga de hacer públicos, no parece que el Presidente en materia política padezca de la bella virtud infantil de la ingenuidad.
Resultaría, pues, que el ex candidato presidencial Rafael Correa, que antes creyó que le daba votos subir a fotografiarse con el alcalde Jaime Nebot, cree que ahora también le da votos el dedicarse a atacarlo. Correa quizá es autodestructivo, pero tonto sí que no lo es .
Para Nebot, Correa es un problema, su único gran problema. Para Correa, todo el Ecuador es su gran problema. Incluyéndose él.
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