5 de agosto del 2008 . VANGUARDIA
El cura asambleísta Fernando Vega sermoneó así: “Todos estamos llamados a cambiar. Ser de izquierda no es ninguna garantía de que llegó la ética o la democracia.
Correa tampoco es ninguna garantía, a menos que lo obliguemos a que aprenda democracia”.
Vega es la cabeza de los católicos por el SÍ.
La cabeza de los católicos por el NO, Antonio Arregui, prelado presidente de los obispos, anunció que la Iglesia no liderará el NO, pero que iluminará la conciencia de los católicos, y bautizó como “inconsecuencias no negociables”, lo relativo al aborto, la nueva familia homosexual, el estatismo educativo y el control religioso. Quizá luego la Conferencia Episcopal recibirá presiones contrarias, si oportunamente el católico practicante Rafael Correa decide, hablando ex cátedra, limpiar los textos cuestionados, y levanta el anatema de “mentirosos” que dictó contra los curas de los pelucones, y contra el antipático párroco Gagliardo de la guayaca Los Ceibos.
Todo ser sensato —creyente o ateo, culto o ignorante— que lea el Preámbulo constitucional caerá intoxicado por su vanidoso canto a las raíces milenarias y a la diosa Pacha Mama, en el cual metieron de contrabando el nombre de un Dios de todos y de nadie, para apelando a “nuestra sabiduría”, terminar respetando la “divinidad de las personas y las colectividades”, como herederos de las luchas sociales de liberación y de los sueños de Bolívar y Alfaro. Este Preámbulo es un menú de fonda presumida cuyo plato único es el locro del corcho Cordero.
La Constitución siglo XXI es la melena que necesitó Sansón. Este libraco, con un sobrepeso de 444 artículos, dedicados a adular a los ecuatorianos, llamándonos señoras y señores, juezas y jueces, dignas y dignos, y a anunciar que seremos gente del “buen vivir” gracias al credo indígena “Allin o Sumaq Kawsay”; será para la partidocracia una pesada lápida, y para todos, la primera piedra de la futura pirámide PAIS, que institucionalizará un poderoso partido contralor de la nueva democracia.
La Asamblea de Montecristi será convertida en la nueva Comisión Legislativa, alias congresillo. El TSE será el nuevo Consejo Nacional Electoral. El Congreso será la nueva Asamblea Nacional. El Correa reelecto, será el nuevo Presidente de la República, que tendrá poder sobre el nuevo Consejo de la Judicatura y sobre la Nueva Corte Nacional de Justicia, cuyos fallos quedarán supeditados a la nueva Corte Constitucional.
Los jefes de los organismos de control harán méritos para ser nombrados nuevos jefes de lo mismo. Todos bajo la mirada del nuevo Consejo de Participación Ciudadana y Control Social y la nueva Función de Transparencia y Función Social. Por encima de todos estos viejos y nuevos todos, estará el viejo y nuevo todopoderoso Presidente Constitucional de la República.
Nulo —dice la ley— deberá ser declarado por el Juez todo aquel mandato testamentario que contenga beneficios recíprocos entre testadores.
Verbigracia: yo te dejo tal cosa para ti si tú me dejas tal cosa para mí. El proyecto de Constitución siglo XXI, pomposo y necio testamento de la Asamblea de Montecristi, es producto de la unión de hecho entre Rafael Correa y los miembros de PAIS y sus satélites, que malversaron el ingenuo mandato popular desde el primer día, mediante 13 mandatos que serán poquitica cosa, comparados con la gigante estructura de poder cautivo, a montarse dentro del marco del tramposo y cínico Régimen de Transición aplicable luego del triunfo del SÍ.
Votar nulo calará mejor, pues un no será sólo contra la constitución siglo XXI. Contra un proceso que comenzó viciado, y terminó enviciado por la sucia imposición y alteración de textos de propios y extraños, se vota nulo. La polémica sobre el aborto; lo sexual cóncavo o convexo; el quichua; la venia de las etnias; las autonomías; Correa y Acosta; la salvaje justicia indígena; el secuestro del municipalismo, si gana el Sí, quedarán aplastadas por la pirámide PAIS, a la cual se subirá como hijo de dañado ayuntamiento: por las escaleras de adentro y agachando la cabeza.
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