jueves, 24 de noviembre de 2011

¡Qué saludables serán los votos blancos y nulos!

1 de julio del 2008 . VANGUARDIA  

100 años atrás, en 1908, bajo la inspiración de Eloy Alfaro y de su Constitución atea se expidió la Ley de las manos muertas, bajo la cual: (a) se confiscaron los bienes de la Iglesia, (b) adoptamos el patrón oro, (c) Alfaro inauguró el ferrocarril Guayaquil-Quito.
Mucha razón tienen García Moreno, Eloy Alfaro y Velasco Ibarra en censurarnos desde el purgatorio, pues seguimos gestando constituciones autoabortivas y los grandes cambios son: (a) ahora la Iglesia y los militares son empresarios, (b) somos improductivos parásitos de un nuevo patrón: el oro negro, (c) el ferrocarril murió y Correa y Marún bachean las carreteras de Velasco. En Carondelet y Ciudad Alfaro la improvisación es el plan y el pan de cada día.
Cualquier domingo, el del día de la raza, el de Cuenca, o el 7 de diciembre, —además día nacional del chuchaqui—, pudieron ser fechas en que tendría lugar el referendo que enfrentará los votos SÍ a la Constitución siglo XXI, contra los votos NO, nulos o blancos que, por distinta motivación, coincidirán en las urnas.
Pero no será así, porque a Correa, Larrea, Patiño, Alvarado y Bustamante les da la gana de que en Montecristi hagan en 30 días lo que no han podido hacer en siete meses. No olvidemos que a Correa le provocó inflarlos de ilegales plenos poderes para llenarlos de trabajo extra; grave error al cual Alberto Acosta se prestó como cómplice, para recién ahora apearse con elegancia, para quizá desde la platea hacer ahora lo que omitió desde el palco, repitiendo a León Trotsky, no obstante con un final feliz.
La Constitución siglo XXI tendrá gran semblanza con las biblias, el Corán o la Torá, que pocos cristianos, islámicos y judíos han estudiado, pero que la fe hizo su verdad. En cambio los NO, nulos o blancos, serán el crisol que fundirá las dudas sobre la inteligencia emocional de Rafael Correa, y sobre su grado de estatismo y cesarismo.
Tristeza dará el que por propaganda, bonos y sueldos, se vote SÍ a un monstruo cuyas garras serán sus posteriores leyes reglamentadoras. O que se vote NO a tal o cual texto, sólo por pura reacción natural contra Correa, sus pompas y obras. ¡Ah! qué saludables serán esta vez los votos nulos o blancos.
Buenas personas que votaron por el cambio con Correa, hoy por calles y plazas confiesan su dolor de corazón, y dicen que su propósito de enmienda será un NO en el referendo. La clasificación de estos conversos va desde los que recién han detectado una antes disimulada pero grave megalomanía presidencial, pasando por los que creen que Correa es bien intencionado pero inepto, hasta los que creen que es el hijo de moda de la atracción fatal entre sana teología de la liberación y el populismo con petrodólares.
El Estado planificador, la equiparación del buen vivir para ricos y pobres, la dudosa propiedad de los frutos del desarrollo, el club ambiental y judicial indígena, lo municipal versus lo regional, los derechos de los cholos, longos, mestizos, negros e indios, el dólar, el cuy y el cóndor, el funeral del Banco Central, la libertad de empresa de la prensa y de la banca, el variado menú sobre la propiedad, las autonomías, los recursos naturales, el ¿cuál carrera estudio señor Presidente?, el poder judicial, la sociedad conyugal en el ayuntamiento multigenérico, los derechos del cigoto y del feto, los notarios y los registradores como nuevos burócratas del Ejecutivo, ecología y minería, la fusión del IESS con la ID, el votar desde los 16, más todos los poderes y la reelección para el señor Presidente hasta el 2017, son algunos de los temas de Montecristi.
Así, de ola en ola, llegaremos al 24 y 25, fechas del Libertador Bolívar y de mi inquieta Guayaquil, hasta el escogido día del magno aniversario 55 del asalto de Fidel Castro al Cuartel Moncada, el sábado 26 de julio, en que por última vez Rafael Correa descenderá en Ciudad Alfaro —aunque esta vez sin sus ex amigos Álvaro Uribe y Alberto Acosta ensombrerados a su derecha e izquierda como el día de la inauguración— para reconocer a Cordero el descorche que le corresponde, y decirle: Corcho, misión cumplida.

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