10 de febrero del 2009 . VANGUARDIA
En sus campañas Velasco Ibarra fue un implacable luchador por el cambio. En 1934, tumba al presidente Martínez Mera y vence en las urnas a Eloy Alfaro Junior.
En 1940, pierde por el fraude electoral liberal de Arroyo del Río, para luego encaramarse al poder gracias a la revolución de Mayo del 1944 y ejercer el poder hasta que los militares lo enviaron al exilio; regresando al Ecuador para ganar las elecciones y gobernar de 1952 a 1956, e inmediatamente bendecir en favor de Camilo Ponce el fraude electoral contra el Frente Democrático Nacional que abanderó Rául Huerta.
En 1960, gana las elecciones a todos los partidos, es derrocado y vuelve a ganar el poder en 1968, derrotando a Camilo Ponce y a 'Yuro' Córdova, el doctor Velasco Ibarra llevó la bandera del cambio, dejando triturados —según sus palabras— a todos sus adversarios.
En los 30 años pasados, desde Jaime Roldós hasta hoy, en que su hija Martha toma su bandera, todos los candidatos la han sudado jurando que representan el cambio.
El único que la tomó a la suave fue Jamil. En su primera campaña posó bajo un árbol con un letrerito que rezaba: “Yo soy el camino” y en el segundo intento coronó la presidencia gracias al coludido fraude de la # 5 y la # 6 en las urnas interandinas, fraude perpetrado contra y gracias a la torpeza de Álvaro Noboa de prescindir de la costosa guardianía del PRE en la segunda vuelta.
Pero como los pecados se pagan, con la misma facilidad que Jamil subió, Fernando Aspiazu se encargó de bajarlo exhibiendo el generoso cheque por USD 3 100 000 que en 1998 le entregó por mano propia en El Télegrafo. Diario de todos que ahora recibimos regalado.
Los éxitos presidenciales de Lucio Gutiérrez y Rafael Correa fueron diferentes, pues ellos no triunfaron sobre los distintos partidos políticos en cada primera vuelta —ni sobre Álvaro Noboa, ciudadano que no es un partido político sino un político partido por los graves errores que cometió en cada segunda vuelta—. Ellos triunfaron porque, a diferencia de los demás candidatos, Lucio y Correa representaron el esperado cambio, el mismo que en campaña representó el candidato Obama, y que hoy, con dificultad, trata de representar. Pues bien, por falta de quilla Lucio se convirtió en una embarcación al garete que terminó remolcada por los piratas de El Cortijo, hasta que un buen día Lucio creyó cortar las amarras de la sumisión, destituyendo a la Corte Suprema de Justicia para, poco a poco, desaparecer en el remolino de su traición al cambio, que él representó y nunca entendió.
Ahora por exceso de quilla y arrojo, Rafael Correa se convirtió en el epicentro del cambio que ansía la esperanza popular, que con publicidad multimillonaria es catequizada día a día con el mensaje sofista y bonachón del socialismo sigloXXI, por lo que el pueblo esperanzado sigue creyendo que hay en marcha una revolución ciudadana, a cargo del conglomerado Movimiento PAIS.
Conglomerado que es un verdadero hato de cínicos que tienen en común con su profeta Rafico la complicidad de haber redactado una Constitución polivalente cuyo texto ambiguo permite la impunidad del salto, por asalto, del Tribunal a Corte Constitucional, la triste Corte Judicial, y la sumisión del organismo electoral y del congresillo de Cordero; todo esto mientras avanzan el subdesarrollo y la miseria y el Presidente no para de viajar buscando fundar la OELA, Organización de Estados Latinoamericanos.
La esperanza popular fue y es regada con subsidios y con un gigante gasto público, que secó las chequeras fiscales, que secará al IESS y tratará de convertir los depósitos bancarios públicos y privados en papelitos autografiados por cambiantes ministros cuyos sucesores en este largo siglo XXI etiquetarán como bonos tóxicos.
Ninguno de los binomios que enfrentarán a Correa, esperanzan cambio alguno, ni tienen la quilla necesaria para esquinarlo y enrostrarle su adicción a la demagogia. De eso se encargará, mucho tiempo después de las elecciones, la eterna esperanza popular...
No hay comentarios:
Publicar un comentario