2 de septiembre del 2008 . VANGUARDIA
Ninguna mujer —hetero o bisexual, lesbiana, amiga del yo SÍ o yo NO aborto— podrá ser candidata a presidenta ni a vicepresidenta de la República del Ecuador, pues expresamente las excluye el artículo 3.1 del Régimen de Transición, al ordenar que el futuro Consejo Nacional Electoral convocará para elegir al “Presidente y Vicepresidente de la República”.
Si analizamos que a lo largo de los 444 artículos de la melosa Constitución siglo XXI siempre se las llama y se nos llama: ministras y ministros, damas y caballeros, niñas y niños, alcaldesas y alcaldes, servidoras y servidores, funcionarias y funcionarios, cholas y cholos, indias e indios, empleadas y empleados, juezas y jueces, montubias y montubios, ecuatorianas y ecuatorianos, feas y feos, guapas y guapos, prefectas y prefectos, nacas y nacos, etcéteras y etcéteros, resulta evidente que en la última y burda madrugada montecristina los asambleístas decidieron cometer otra violación legal y dieron gusto a los machistas enemigos del futuro poder en manos femeninas.
O quizá sucedió lo que es más probable: la triunfante mayoría masculina no quiso aceptar la posibilidad de que un presidente tan enérgico, recio y viril, como Rafael Correa, pudiese ser reemplazado por una mujer. En todo caso, lo cierto es que con el triunfo del SÍ, saldrán vivitos y coleando del claustro materno de Montecristi el combo o parejita formado por la Constitución siglo XXI y su Régimen de Transición —clínicamente, el feto y su placenta—, lo cual producirá el corto despertar de la hoy anestesiada Asamblea, por el tiempo necesario para que en organizado canibalismo los asambleístas se serruchen entre ellos, y los escasos sobrevivientes constituyan la archicorresta y todopoderosa Comisión Legislativa y de Fiscalización (CLF).
La CLF será visitada por Alexis y Gustavo —Juan en las FARC— y gracias a sus respectivas actuaciones como cordones umbilicales del Ejecutivo entre la Constitución siglo XXI y su Régimen de Transición hecho a la medida, las mujeres recuperarán su hoy conculcado derecho a ser candidatas a la presidencia y vicepresidencia; y al mismo tiempo la Constitución siglo XXI recibirá, antes que nada, una meticulosa asepsia ortográfica postparto —pues nacerá sucia— para luego ser sujeto de sus primeras y necesarias reformas e interpretaciones por parte de la CLF.
Este es el momento en que Correa y sus aventureros no querrán ni podrán dar marcha atrás, pues tendrán absolutamente todos los instrumentos legales y políticos para implementar la más radical reforma jamás habida en los últimos 100 años. Para hacer la reforma tendrá que haber paz, por lo que la fuerza pública o los garroteros de PAIS o del MPD darán palo a todo opositor. En todos los fascismos —políticos, económicos, religiosos— la paz siempre la han entendido como la brutal concentración del poder. Mientras haya paz, el Ejército seguirá jugando con tractores, la Marina con barriles, y la Aviación redecorará aeropuertos desde la base de Manta.
La Constitución siglo XXI obligará a que Rafael Correa y sus aventureros tengan que dar la cara a compromisos económicos todos los años por un monto de muchos miles de millones. Ojalá que para entonces exista ese dinero —en dólares gringos y no bolivarianos— pues el derecho popular a reclamar a gritos, que provendrá de haber puesto repetidas veces los votos en las urnas para que se haga el necesario cambio que muchos queremos, no podrá ser anestesiado por la sofística verborrea de Correa, ni silenciado por garrotero alguno.
Como el presidente Correa no entiende que para sacar al Ecuador del actual atraso tercermundista, y para salvarse él y sus aventureros de los próximos forajidos, no es posible, al mismo tiempo: cumplir con los anteriores y con los nuevos gigantes compromisos económicos estatales, fortalecer al improductivo sector público, y ahuyentar al utilitario sector privado; vendrá la reacción popular con mucha mayor fuerza que la que él y sus aventureros usan hoy. ¿O creerán que habrá plata para regalar durante 10 años?
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