jueves, 24 de noviembre de 2011

No es lo mismo en frío que en caliente...

 11 de marzo del 2008 . VANGUARDIA

Álvaro Uribe podrá ser condenado como genocida e invasor de nuestro territorio soberano, o al contrario, alabado como el estadista que no debía caer en la ingenuidad de confiar que el presidente Correa y sus militares —¿o minitares?— le entregarían vivos o muertos al guerrillero Reyes y su grupo de narco-mercenarios que mil veces invadieron el territorio ecuatoriano, y que ocupan un lugar preferente en el sensible corazón humanitario de Gustavo Larrea.
Y es aquí donde entramos en el tema. El destino manifiesto de Rafael Correa no es ejercer la presidencia del Ecuador desde Enero del 2007 —con penas y sin glorias— hasta que lo boten como a sus antecesores, o hasta enero del 2011.
No, de ninguna manera. La gran misión de nuestro Presidente es fundar la nueva República del Ecuador por medio de la Asamblea que redactará la Constitución popular que, una vez aprobada por el pueblo, permitirá la primera reelección de Rafael Correa por 6 años, en los cuales Correa prometerá que nos sacará del pozo económico en que él bien sabe que nos seguimos hundiendo.
Doy por hecha la reelección de Correa porque no existe ni un ecuatoriano respetable trabajando para ser candidato.
Tan pronto el presidente Rafael Correa cayó en cuenta de que el colombiano Álvaro Uribe estaba jugando con su cabeza, y luego de analizar —imparcialmente— qué mismo es lo que políticamente al Ecuador y a él les convenía, tuvo Correa que encoger entre tomar el camino frío o el caliente. O sea : (a) Desactivar las relaciones con Colombia, regresando a nuestro Embajador a Quito, y denunciar la violación territorial ante la OEA, quedando pacíficamente en espera de los respectivos pronunciamientos de este oxidado organismo.
(b) Ponerse y mostrarse indignado; romper las relaciones diplomáticas; expulsar al embajador colombiano; acusar a Uribe de traidor y mentiroso, y de habernos invadido para masacrar a Reyes y compañía, obstruyendo nuestra labor humanitaria, al sepultar en vida a Ingrid Betancourt y los norteamericanos secuestrados; y denunciar la monstruosidad del hecho en una gira relámpago por los países amigos, para contar a sus presidentes lo que ellos ya han visto repetidamente en CNN.
Correa tomó la opción caliente, decisión que quizá le traerá nuevas recompensas electorales.
Pero el Ecuador no ganará absolutamente nada, pues ambas opciones, tanto la fría como la caliente, igual y poco a poco nos mantendrán en el triste lugarcito donde estuvimos antes respecto de Colombia y del mundo. Esto sucederá un tiempo después de las próximas gestiones de Lula del Brasil, como director del mismo combo de países garantes que hace 10 años pusieron los bolígrafos de oro entre los dedos de Mahuad y Fujimori para que firmen la gran simulación de Tiwinza, gracias a la cual ahora Correa puede cumplir la audacia de criticar la moderna economía peruana en marcha, y al mismo tiempo ir a pararse ansioso a la sombra del gigantesco Alan García. Tomemos nota de que antes el Ecuador guerreaba sin romper relaciones, ahora las rompemos pero no guerreamos.
La violencia de Correa hace imposible que sus reclamos puedan combinarse con demandas que en materia económica y a manera de justa indemnización deban ser pagadas por Uribe, luego de consultar en corto con su mentor, banquero e íntimo aliado Mr. George W. Bush. Hasta los seres éticos y espirituales como Rafael Correa saben que desde siempre las heridas entre las personas y entre los estados se lavan con excusas pero se suturan con dinero. Es tarde para preparar un altivo y soberano plan de reparación económica de Colombia al Ecuador, para que les cueste el tratarnos como a hijo bobo, como lo vienen haciendo Uribe y las FARC desde siempre.
Pedir disculpas es gratis, y aceptarlas gratis es un error de Estado, que no debiera sumarse a la errática y alucinante semana que comenzó en Lima y culminó con un apretón de manos en la cita del Grupo de Río en Santo Domingo.

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