viernes, 25 de noviembre de 2011

Para la educación cívica es sano que Correa gane

10 de marzo del 2009 . VANGUARDIA

Gracias a las ideas por años rumiadas por los pensadores Alberto Acosta y Gustavo Larrea —Comandante Betí en el club de Tobi y Comandante Juan en las FARC, respectivamente— se gestó Alianza País. La historia nos es bien conocida: los comandantes Betí y Juan invitaron al fogoso iconoclasta costeño Rafael Correa para que tome la bandera y compita para ganar la Presidencia de la República.
El inteligente plan se cumplió al pie de la letra. Los pensadores tuvieron siempre claro que su proyecto de que la sociedad ecuatoriana se desarrolle a través del Estado no podía dejar de cumplirse por los errores cometidos por otros en el pasado, donde los presidentes anteriores terminaron siempre secuestrados por el cartel de El Cortijo, para inmediatamente enfermarse del síndrome de Estocolmo y, en el momento, preciso ser convertidos en material desechable y expulsados de Carondelet.
El pupilo Rafael Correa resultó magnífico. Entendió el plan, y con un histrionismo día a día más perfeccionado ganó la Presidencia, sin contagiarse rodeado de candidatos a alcaldes, prefectos o diputados, porque aún no era la hora de poner en escena el resto del plan que se cumplió, paso a paso, pues siguieron el desmantelamiento del Congreso de los diputados escondidos bajo manteles; las elecciones para la Constituyente de Montecristi; la redacción de la Constitución siglo XXI; el triste sometimiento de los poderes judicial, electoral y organismos de control; la aprobación de la Constitución sigloXXI, la elección del actual Congresillo, compuesto no por manteles pero sí por servilletas; la aprobación de las leyes pasadas, presentes y futuras y algo importante: en abril Correa sería reelecto como Presidente de la República por cuatro años más, factor vital para la consolidación del proyecto de desarrollo estatista de la sociedad.
Algo genial de los pensadores comandantes Betí y Juan fue el que su pupilo Rafael Correa no completase los cuatro primeros años como presidente sino que en medio camino fuese candidato, pues estos frecuentes procesos electorales interrumpen el normal debilitamiento presidencial. Es evidente que sin una elección presidencial intermedia como la del próximo abril, la desastrosa economía —al demagógico paso que vamos—habría debilitado muchísimo más al presidente Correa, el cual con el triunfalismo de la próxima reelección impondrá un nuevo escenario económico–político, que en estos próximos cuatro años será inspirado en el libreto original de los ideólogos fundadores Acosta y Larrea; pero identificado mucho más con la verdadera naturaleza de Correa: la del joven valiente e ingenioso jugador callejero de pelota de trapo que descamisado y sudoroso sobreactúa ante un público famélico que no tuvo otra alternativa electoral que verlo lucirse y derrotar en las urnas a un grupo de candidatos extraterrestres que avengonzados hablaban un idioma que pocos entienden.
Nadie sabe para quién trabaja. Los ideólogos fundadores quedaron a la vera del camino. Betí Acosta fue dado de baja por no tener la velocidad, cintura y flotabilidad del gordito corcho Cordero, y Gustavo Larrea, por no poder desmaterializarse y reencarnarse en una persona distinta de lo que siempre fue y es, un enamorado de los derechos de las personas buenas, pero perdidamente enamorado de los derechos de los narco-terroristas. El Presidente, que debe saber más de lo que recuerda, lo sabe y lo aterra.
Rafael Correa será reelegido Presidente de la República. Es conveniente para la educación cívica del pueblo ecuatoriano que así sea porque esta reelección significará la incineración de los cadáveres de la política ecuatoriana, que fracasaron en su ejercicio de la versión corrupta y golosa del capitalismo, pero también —que es mucho más importante— esta reelección permitirá que Rafael Correa asuma su responsabilidad total ejercitando todos sus nuevos recursos político– intelectuales pues su evolución espiritual nos es suficientemente clara: del cristianismo se va convirtiendo al narcisismo.

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